jueves, 23 de julio de 2015
CINCO HERIDAS EMOCIONALES QUE DEBEMOS SANAR
Solemos creer erróneamente que lo pasado ya no regresará a nosotros, que no resiste el paso del tiempo y que no merece la pena atender a cómo ha ido conformando nuestra salud emocional.
Sin embargo, por desgracia, a día de hoy seguimos bloqueándonos o actuando de manera dañina en ciertos momentos. Quizás no somos conscientes de ese vértigo emocional, pero es frecuente que nuestras experiencias más tempranas con el mundo tengan mucho que ver.
De alguna manera, esas vivencias dolorosas de la infancia contribuyeron a construir nuestra personalidad y nuestro carácter. Así, a día de hoy siguen hablando de nuestro pasado y de nuestros pesares a través de nuestra forma de ser y de nuestra manera de responder a las adversidades.
Es importante que nos hagamos conscientes de ellas, que evitemos maquillarlas y que hallemos la manera de sanarlas. Para ello debemos abrir nuestra mente y explorarnos, a pesar de que nos dé miedo revivir el sufrimiento que nos causaron.
Para Lisa Bourbeau, las 5 heridas que nos impiden ser nosotros mismos son la traición, la humillación, la desconfianza, el abandono y la injusticia. Vamos a ver cómo podemos identificarlas:
1- El miedo al abandono
Es importante no confundir el rechazo con el abandono. Tal y como explica Lisa en su libro, si un miembro de una pareja rechaza a otro, lo repele; sin embargo, si decide abandonarlo, se marcha y se distancia de él.
Un niño puede sentirse abandonado si sus padres atienden más a otro hermano, si no tienen tiempo para él, cuando nadie le explica lo que sucede, etc. El miedo que padece un niño desamparado es descorazonador.
Quienes lo han sufrido sienten que no son queridos y, por lo tanto, de adultos se crean la máscara del dependiente emocional. Estas personas piensan que no conseguirán lograr nada por sí mismas y, por lo tanto, tienen la necesidad de un apoyo externo.
Como consecuencia del miedo al desamparo, el niño intentará prevenir el hecho de revivir ese abandono, por lo que es posible que abandone sus proyectos de manera temprana. Es muy común que hablen o piensen de manera ambivalente: “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Estas personas tendrán que trabajar su miedo a la soledad y su temor a ser abandonados, para lo que necesitarán que en su interior fluya un diálogo positivo y esperanzador.
2- El miedo al rechazo
Como hemos comentado antes, esta herida se ocasionó por un rechazo explícito de los progenitores, la familia, los iguales o los iguales. Como consecuencia directa, esta herida nos impide aceptarnos y atender a nuestros pensamientos, sentimiento y emociones.
El dolor que ocasiona esta herida impide la construcción saludable de la autoestima y del amor propio, generando pensamientos descalificativos que retroalimentan de manera constante el sentimiento de poca valía personal.
Para sanar esta herida hay que trabajar de manera profunda los miedos internos que padecemos, ocupar nuestro sitio en el mundo y tomar decisiones por nosotros mismos. Todo esto lleva un proceso complejo que hay que trabajar pormenorizadamente. Recuerda que eres la única persona que necesitas para vivir.
3- La humillación
El niño que es desaprobado o criticado, al que se le ponen etiquetas como bueno/malo, torpe/hábil, tonto/listo, etc., desarrolla la herida de la humillación. Esto ocurre precisamente porque se le define por sus capacidades o sus actuaciones.
Por esta razón, es importante no catalogar a nadie, ni a niños ni a adultos, pues destruye la autoestima y la confianza en el mundo.
A veces las personas que han sido humilladas utilizan los mismos mecanismos que usaron con ellos como escudo protector o mecanismo de defensa. Por esto, hay que trabajar la autoestima y la autoconfianza, a fin de conocer nuestras necesidades, nuestros temores y nuestro yo más interno.
4- La traición o el miedo a confiar
Un niño se sentirá traicionado y engañado cuando sus cuidadores no cumplan sus promesas. Debido a esto, se desarrolla una desconfianza sistemática que puede llegar a convertirse en envidia, menosprecio u otro tipo de sentimientos negativos.
De alguna manera, el niño no se cree merecedor de lo prometido, por lo que se merma la capacidad de autopercibirse de forma saludable. Como consecuencia, los adultos pueden llegar a ser muy controladores y perfeccionistas, queriéndolo tener todo atado por temor a que algo se escape de su control.
Esta manera de pensar y de actuar solo confirmará tus prejucios, por lo que tienes que trabajar tu paciencia, tu tolerancia y tu capacidad de cooperación. Protégete del desengaño y procura manejar la necesidad de tener las cosas repensadas y muy planificadas.
5- La injusticia
Esta herida está presente en los hogares en los que los cuidadores principales se comportan de manera fría, rígida y autoritaria. Debido a la exigencia extrema, se generan sentimientos de ineficacia y de inutilidad, lo cual paraliza a la persona que lo padece.
Como consecuencia, estas personas aprender a reproducir estos patrones de comportamiento y de crianza, haciéndose esclavos de la intransigencia, del perfeccionismo y del afán de poder.
Para hacer frente a la radicalización de nuestros comportamientos y de nuestras ideas, tenemos que trabajar en conseguir una mayor flexibilidad mental y en permitirnos confiar en los demás.
El primer paso para sanar estar heridas es conseguir reconocerlas con el fin de realizar después un trabajo interno y exhaustivo que nos ayude a desprendernos del dolor.
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